viernes, setiembre 24, 2004

Microbio... o la historia del regreso a mi casa

Alzo el brazo y la combi para de forma estrepitosa, se nota como la inercia incomoda a los pasajeros, subo a la volada porque el chofer no espera si quiera que el carro de segunda, petrolero y timón cambiado pare del todo. Una vez arriba agradesco al padre, al hijo y a la sarita colonia porque hay sitioy es que estoy muy cansado. Me siento junto a la ventana, de esa forma no me van a despertar cuando este durmiendo pienso.

En los parlantes de la combi suena Radiomar Plus (categoricamente superior... ay que rico!!!), no me incomoda del todo la verdad, como que me he acostumbrado a escuchar salsa. Al menos no es radio MODA o peor aún Inka Sat... tu radio turbo poder. Sería mucho pedir que una combi me ponga doble 9? olvídenlo, ya sé la respuesta.

Me acomodo en mi asiento forrado con plástico barato, me fijo en el asiento de adelante y veo el clásico corazón con los nombres de una pareja - huevadas - pienso, mientras abro mi mochila y saco el libro de turno. Me miran como bicho raro... me siento un tanto orgulloso de serlo (debería haber una especie de ley que obligue a las personas a leer en el micro).

La mezcla de sonidos: El motor mal afinado, la salsa a todo volumen y los alaridos del cobrador anunciando el recorrido harto conocido de la combi, mezclados con las audaces maniobras que hace el chofer por conseguir más pasajeros, hacen que no pueda concentrarme en la lectura, maldición!

Cierro los ojos y trato de dormir, estoy agarrando sueño y de repente siento que me pasan la voz con la mano mientras escucho el sonido de las monedas golpeándose unas a otras en la mano del cobrador. - Pasaje! - miro al cobrador con cara de sueño y odio y saco la billetera vieja y descolorida, extraigo la clásica moneda de un sol a la par que enseño el ya vencido carnet universitario. - Medio - le digo, - a donde vas? - le indico mi paradero, muy cercano al paradero final y se le oye murmurar algo no muy agradable mientras me da el boleto de mala gana. Ya estoy acostumbrado, es un derecho que molesta a mucha gente el hecho de pagar pasaje universitario, pero debo aprovecharlo.

Nuevamente empiezo a agarrar sueño, cuando siento que una persona se sienta a mi lado. Me niego el abrir los ojos y conocer, si quiera, el sexo de la persona. Tan solo siento que tiene algunos kilos de más, no tengo nada contra los gordos, pero cuando estoy en una asiento estrecho elevan mi incomodidad, creo que mejor maldigo a las combis.

Abro los ojos, creo que si he dormido. Trato de ubicarme y noto que aún falta mucho para mi paradero saco el celular del bolsillo y me fijo en la hora, ya pasó una hora! Cambio de posición y muevo la cabeza como tratando de sacarme conejos. Ahora si me animo a voltear la cabeza y ver que mi acompañante de turno es distinto al de hace un rato, la verdad no sé cuantos habrán pasado desde que caí en los brazos de morfeo.

Saco el libro y trato de reanudar la lectura, siento un sabor amargo en la boca, esto no está bien. Ahora mi mente esta enfocada en esperar que un vendedor ambulante suba al micro ofreciendo sus "productos golosinarios" a 10 centimos la unidad y super oferda de 5 por 50 centimos.

Ya me sé de memoria el discurso que dicen cada vez que suben a una de las horribles unidades de transporte público que contaminan nuestra querida ciudad. Sube un chibolo, tendrá unos 13 ó 14 años y suelta el floro harto conocido. Hace ya algunos meses, quizás un año me prometí no comprar los dichosos caramelos por un hastío hacia estos pesonajes (o más bien a lo que dicen), pero no me queda otra salida por ahora.

Compro un par de caramelos, y me meto uno en la boca regresando a la lectura, no habrán pasado ni 5 minutos y me piden que pague el pasaje de nuevo - ya pagué - el cobrador me mira con desconfianza y sigue su camino. No pasan 10 minutos y nuevamente escucho el discurso ya patétíco que suelta una señora que dice tener 5 hijos y un marido irresponsable en prisión. No le creo y soy totalmente indiferente cuando pasa a mi lado, la mayor parte de veces es mentira el floro.

Ya falta poco para mi casa, bueno "poco" después de todo el viaje que he hecho. No quiero ni fijarme en la hora, me da cólera perder tanto tiempo a diario. Conforme me voy acercando, ya tan solo a un par de cuadras me levanto del asiento con gran pesar y digo las palabras de todos los días "edificio baja". El cobrador nuevamente me mira con odio, mientras le repite la frase al conductor, el cual frenando bruscamente de nuevo (una especie de constante) para unos cuantos metros después de donde esperaba.

En esos instantes pienso en porque digo edificio, es decir... al lado de este edificio hay otros, inclusive más altos, pero ha quedado el recuerdo de la década pasada, cuando eran poco comunes edificaciones de más de 2 pisos en mi barrio. Dicen que todo tiempo pasado fue mejor, creo que no ha habido uno mejor por estos lares.

Me animo finalmente a ver la hora, ha pasado 1:30 desde que salí y aún me falta caminar unas cuantas cuadras. Ya no quiero renegar y emprendo el rumbo a casa pensando nuevamente en que hacer para ahorrar tiempo.


Remember me when you're the one who's silver screen
Remember me when you're the one you always dreamed
Remember me when everyone's noses start to bleed
Remember me, special needs

Just 19 and sucker's dream I guess I thought you had the flavour
Just 19 and dream obscene with six months off for bad behaviour

1 comentario:

Sr. Magnus dijo...

Aún creo que es una suerte que la contitución peruana nos niegue el derecho "elemental" a las armas automáticas. Si no, de propia mano hubiese dejado a varias familias en la más absoluta miseria por haber asesinado al "soporte de la casa" que manejan esas detestables cafeteras con llantas y que me obligan a bajar cuando el vehículo va a 75 Kph.
Pero ya se las verán cuando tenga mi AKM...